Una ciclovía por la esquina de casa

, por Abelardo Abelenda

Del caminador Garzón a la bicisenda Frugoni [1]

Sorpresas te da la vida, cuando ya no esperaba más nada, 15 años después que el Plan de Ordenamiento Territorial (POT) estableciera ciclovías que nunca se realizaron, la IMM y la UdelaR me sorprendieron.

Fruto de varias organizaciones de ciclistas que resisten y no se resignan a que Montevideo muera tapada por autos, se inauguró una ciclovía que une gran parte de los edificios universitarios en el Parque Rodó, Cordón, Centro y proximamente la Ciudad Vieja.

Sacándose los boletos de lo ómnibus de la cabeza que obnubilaron por décadas a los directores de tránsito de la intendencia*, con un poco de creatividad y unos mangos se logró implantar una solución inteligente que integra a los ciclistas al tránsito montevideano.

Esta bicisenda estudiantil puede ser el embrión de una futura red de ciclovías por todo Montevideo. Ciudad fácil de pedalear si las hay: clima templado, pocas subidas, distancias menores a 15 km que se pueden hacer en una hora, el mismo tiempo que desde hace 70 años demora un ómnibus capitalino en recorrer esos 15 kms.

El ingeniero y urbanista español José Luis Chañavate, experto en movilidad sostenible fue invitado como asesor por la IMM, contó que en Sevilla un 10% del transporte se realiza en bicicleta. Esto se logró en apenas 2 años y con una inversión 300 veces más barata que el subte que mueve solo un 10% del transporte diario.

En la inauguración de la ciclovía, el sábado pasado a las 14 hs, viendo a cientos de ciclistas pasar con una sonrisa por la esquina de casa, me vinieron a la cabeza momentos maravillosos que compartí con mi Flaca de dos ruedas.

Hace unos 7 años, la Flaca y yo íbamos juntos a mis dos trabajos. Yo pedaleaba y ella multiplicaba mi esfuerzo, andando unos 12 kms diarios. Pese a trabajar 10, 11 o 12 horas por día, fue una etapa muy buena deportivamente, cuando entraba al gimnasio a a jugar al básquetbol con los veteranos, mis rodillas estaba bien firmes y podía correr, saltar y hacer lo que quería dentro de la cancha. No necesitaba otro entrenamiento más que pedalear. Anímicamente siempre andaba de buen humor, sin ansiedad, comiendo y durmiendo lo necesario y de regalo me llevaba la sorpresa diaria que me reservaba mi arbolada ciudad: el cánto de un pájaro que nunca había escuchado, una azotea increíble llena de plantas, un parrillero surrealista montado en un balcón.

La IMM y la UdelaR me mojaron la oreja, voy a tener que dejar un poco el auto, adictivo, que se me ha pegado al trasero. Está bueno volver al económico medio de trasporte, extensión del cuerpo, que con medio litro de agua y una manzana rinde más de 20 kms. De yapa te ahorras la cuota del club, las pastillas para dormir y el fin de semana cuando vas a la doma o al picado en la cancha, no te pueden marcar.